Marzo 2016

 

Terminan las vacaciones. Los estudiantes ingresan a clases y los más pequeños, de 3 años, inician un largo y complejo proceso de postulación, con un año de anticipación a los diferentes colegios.

 

Los establecimientos de educación privada, de excelencia y por ende, de alto costo y prohibitivos para la mayoría de los chilenos, se dan un lujo de seleccionar, a los que consideran más aptos. No sólo al alumno, sino a sus familias y también sus condiciones financieras, que aseguran el pago de las mensualidades.

Es decir este año se inicia un proceso de discriminación social que seleccionan, a los tres años de edad, a los niños que, potencialmente van a ser nuestros dirigentes, ingenieros, arquitectos, médicos, abogados, entre otros.

¿Qué ocurre con el resto? Bueno, la inmensa mayoría deberá asistir a colegios públicos, o subvencionados por el estado, de los cuales, la gran mayoría es de una calidad bastante inferior a la de los colegios privados.

Después de doce o 14 años de estudio, estos alumnos privilegiados, entre los cuales la deserción escolar es prácticamente nula, postularán a las universidades nacionales, (donde también hay un proceso de selección en que el factor económico dista mucho de estar ausente) e ingresan a las carreras que generarán los más altos ingresos.
¿Qué pasó con el resto?, los que asistieron a colegios públicos.

Algunos privilegiados por sus capacidades, su entorno y con frecuencia la suerte, podrán ingresar a las universidades. El resto, obligatoriamente deberá orientarse a otras opciones, técnicas, oficios no especializados, etc. Sus hijos, en el esquema actual, están condenados a lo mismo.

No es que necesariamente haya que ser universitario para entregar un servicio importante a la sociedad. Por el contrario, muchas actividades que son fundamentales en una ciudad, no son de formación universitarias. El problema es que dichos alumnos no tienen opción.
Están como ya señale condenados a lo que le tocó, y el ciclo continúa.

Debemos hacer algo con nuestra educación, y algo importante. Esto no significa bajar la calidad de los colegios privados, sino que mejorar los otros, aumentando los sueldos a los profesores, incrementando infraestructura adecuada, facilitando el acceso a las escuelas rurales con buses gratuitos que mejoren la accesibilidad, entregando dietas adecuadas de alimentación en los colegios, por señalar los más importantes.

Estos son los cambios más importantes que precisamos para construir un país más justo.
 

Dr. Mario Uribe
Editor