Abril 2018

 

Terminan en estos días su etapa de tres años de formación, los residentes de la Especialidad en Cirugía General. Deseo compartir el discurso de despedida.

 

Partir es dejar de vivir un poco.
Es dejar un espacio de protección y seguridad.
Es enfrentar lo desconocido.
Sin embargo es también el inicio de algo nuevo,
Son oportunidades y desafíos.
Es la esperanza y el futuro.

A eso se verán enfrentados nuestros becados a contar de los próximos días. Han sido tres años intensos interesantes, sacrificados, con cosas buenas y malas, con experiencias de todo tipo.

Algunas reflexiones que quisiera transmitirles. Estamos aquí por nuestros pacientes, es decir hemos estudiado y nos henos perfeccionado satisfaciendo nuestros intereses pero éstos deben estar orientados nuestros pacientes. Eso deben recordarlo siempre.
Nunca olviden de crecer y perfeccionarse.

Yo hago una cirugía que cuando me formé, no existía, toda la parte técnica la he aprendido después, pero lo que aprendí durante mi periodo de formación fue disciplina, estudio y preocupación por nuestros pacientes. Esto no ha cambiado. Sean buenas personas, en el amplio sentido de la palabra.
Fíjense de quién se rodean y no se vean mezclados con aquellos que tienen actitudes deshonestas porque se van a contaminar, o a lo menos, salpicar.

La vida es una competencia dura y es una carrera larga. Nunca caigan en la deshonestidad y las malas acciones para avanzar. Como siempre digo la cirugía es la maratón y no los “100 metros planos”. Verán a muchos pasar corriendo por su lado. Pero si corren la maratón a la velocidad de los 100 metros planos, se van a agotar y no llegarán a la meta.

Por último, contaminen todo lo que toquen con la alegría de ser cirujanos, la alegría de servir y de estar a disposición de los más necesitados. Pero no se olviden de vivir.

La cirugía no es la vida. Es sólo parte de la vida. Es tan interesante y entretenida que la podemos dedicar las 24 horas del día y más, no sólo en tiempo sino que nuestras mentes.

Dediquen tiempo a crecer en lo personal, a ustedes a sus amigos, a sus familias. Si ustedes están bien y tienen el conocimiento técnico adecuado, podrán entregar una verdadera cirugía completa, comprometida, de excelencia. Si es así habremos cumplido nuestra labor docente.

Dr. Mario Uribe
Editor.


A continuación el discurso del Jefe de Residentes Dr. Jorge Pavón, quien finaliza su período de formación en Cirugía General.

“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”

Con esta cita de Píndaro comienza Albert Camus “El Mito de Sísifo”, ensayo existencialista sobre el sentido y valor de la vida, y el sufrimiento del hombre a través del esfuerzo incesante y muchas veces visto como inútil.

Sísifo, dueño de una extraordinaria astucia, burló a los dioses y a la muerte, provocando el enfado de las deidades, y siendo castigado a la ceguera y una vida de un mismo trabajo: empujar todas las mañanas una roca gigante hasta la cima de una montaña, sólo para que volviese a caer y al día siguiente nuevamente empujarla hasta la cumbre por toda la eternidad.

He querido hacer esta analogía entre Sísifo y nosotros, los médicos, los becados, los cirujanos. Todos los días despertamos para realizar una misma labor: ver a nuestros pacientes, decidir su futuro, operarlos y vivir con ellos el buen o mal desenlace de nuestras intervenciones; luchando cada día en un ambiente desfavorable, con la falta de recursos necesarios para dar la mejor atención posible, pero al fin y al cabo nunca abandonando la causa y siempre llegando al final del día a la cima de nuestra montaña habiendo empujado este gigante peñasco que es nuestra profesión, para luego volver cansados a casa o a nuestro turno y al día siguiente nuevamente volver a la misma labor. ¿Hay un sentido en este día a día?, ¿Existe una sensibilidad absurda en nuestro hacer y en nuestro intento por lograr cambios? Creo que sí, lo hay y está exactamente en la cima de nuestra montaña. Sísifo, pese a su ceguera, sabe que las vistas del paisaje están ahí al llegar a la cima, en ese momento logra la felicidad de la labor cumplida durante su jornada; y así es como nosotros debemos ser capaces de encontrar el fin y la felicidad de nuestro trabajo en sentirnos satisfechos con la labor cumplida, siempre que demos lo mejor de nosotros debemos sentirnos felices al final de nuestras jornadas. No lograremos cambios sustanciales de un día para otro, pero cada día es un avance y un crecimiento, y como dijo Eduardo Galeano “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.

Sin temor a pecar de soberbia, creo que hemos elegido una especialidad como ninguna otra, no me refiero a que sea mejor o peor, pero no imagino a otro profesional de la salud con una conexión tan especial con los pacientes como en la cirugía. El paciente se entrega y confía totalmente en nuestro criterio y nuestras capacidades; nos encontramos en pabellón frente a un cuerpo indefenso, presto a nuestras intervenciones, a ese intento de ser destructores de tumores, creadores de anastomosis inexistentes, modificadores de un curso natural determinante de una menor sobrevida y contra el cual luchamos. Lo que hagamos en el pabellón será algo que el paciente lleve consigo el resto de su vida y el vínculo médico-paciente se vuelve un vínculo ejecutor-resultado o una relación artesano-obra. Este vínculo va más allá de la relación médico-paciente, nos hacemos totalmente responsables del paciente y su post operatorio, todo lo que suceda lo vivimos como un éxito o un fracaso personal y no nos olvidamos de la persona ni sus problemas hasta verlos resueltos; nos llevamos al paciente y su caso fuera del hospital, a nuestras casas, nuestro tiempo libre y nuestra vida no profesional; ese es el importante vínculo que genera la Cirugía, no una carga ni un castigo sino una conexión fundamental entre nuestros pacientes y nosotros, y es a ese vínculo que nos debemos con toda nuestras capacidades y responsabilidad. Podemos hacer algo maravilloso y solucionar el problema del paciente como también podemos tener un mal resultado y dañar para siempre a quien confió en nosotros.

Jamás olviden que motivos de nuestro actuar hay muchos, en nuestro arte quirúrgico existen motores como el ego, la necesidad de reconocimiento de nuestros pares, la capacidad de superación o sencillamente el cumplir el trabajo, pero contextualicemos nuestra formación a nuestro tiempo y situación social. He tenido la fortuna de siempre trabajar en el Servicio Público y de haber hecho mi formación en un Hospital Público; que mi actuar y mis aciertos hayan ayudado a quienes no tienen las mismas oportunidades, haber quizás acortado los tiempos en las listas de espera, haber gestionado una evaluación por un subespecialista o haber ayudado a un paciente y su familia a lograr los cuidados del buen morir. Vivimos en un país de muchas desigualdades, como médicos no podemos estar ajenos a esta realidad y como cirujanos no podemos quedarnos de brazos cruzados, tenemos las herramientas y el conocimiento de hacer un cambio en cada paciente y creo ese debe ser el verdadero motor de nuestro día a día.

El camino es largo, todos empezamos como aprendices de un hermoso arte llamado Cirugía; un camino de mieles y hieles, pero al final un camino elegido por nosotros. Cada cirujano, cada compañero de beca, cada funcionario del hospital puede enseñarnos algo y pueden también aprender de nosotros. Dejemos de lado la arrogancia, somos tan buenos como nuestro más pequeño defecto y tan fuertes como nuestra más pequeña debilidad. Seremos tan buenos como estemos dispuestos a serlo y dispuestos a sacrificarnos en pos de hacernos mejores día a día. En nosotros está la potencialidad de ser grandes cirujanos y grandes personas, todos somos piedras brutas que pueden ser pulidas y volvernos cimientos fundamentales de una sociedad mejor. No concibo la idea de un cirujano alejado de los problemas sociales y es por eso que pongo toda mi esperanza en que ustedes, los que hoy terminamos la formación, los que están formándose y los que llegan hoy a la beca den lo mejor de sí día a día. Sea donde sea que trabajen den lo mejor de ustedes y pongan su corazón en su arte. Nunca olviden que tienen una responsabilidad que otras personas no van a entender, amigos y familia probablemente no comprendan nuestras vidas de turnos, cirugías hasta tarde y fines de semana sin poder salir por estar atentos a nuestros pacientes y sus complicaciones, pero siéntanse felices y plenos de realizar algo que puede cambiar para siempre la vida de otros.

Sean felices con su trabajo, amen su trabajo y su arte, levántense con la alegría de hacer algo distinto cada día y ser gestores de cambio. Siéntanse orgullosos de ser cirujanos y tener ese vínculo tan importante y potente con nuestros pacientes. Pero por sobre todas las cosas mantengan siempre los pies en la tierra y sean humildes frente al éxito y los fracasos, somos eternos aprendices de un hermoso arte y en cada lugar habrá un maestro, incluso donde menos lo esperemos.

Agradezco a todos quienes han sido parte de mi formación, desde mis compañeros mayores al inicio de la beca, los cirujanos de cada equipo, los jefes de equipo, los cirujanos de los turnos, en fin, a cada médico que me acompañó en las primeras incisiones, a quienes me orientaron a manejar mis primeras complicaciones y quienes me alentaron y confiaron en mi para seguir adelante. Agradezco también la confianza y la responsabilidad dada como Jefe de Becados, espero haberlos guiado y apoyado, y haber actuado con justicia intentando sacar lo mejor de cada uno de ustedes.
Les deseo lo mejor.

Este hospital es la Cuna de la Cirugía del país, vivan su beca con esa impronta y lleven lo aprendido a donde vayan dando siempre lo mejor, pero jamás olviden que tratamos con personas, nos debemos a nuestros pacientes, sin ellos somos sólo operadores, pero sus éxitos y sus alegrías nos hacen el gestor de ese bien, nos hacen cirujanos.
Gracias.

Jorge Pavón