Agosto 2013

 

Recientemente un candidato a presidente de nuestro país, Chile, debió renunciar a este cargo debido a que le aquejaba una profunda depresión.

 

Independiente de la posición política que uno pudiera tener, él era reconocido por una larga trayectoria política, por su consecuencia y por la posición que tenía al defender sus ideas. También fue duramente criticado por su posición en los tiempos de la dictadura.

Esta no es una editorial política, sino que sólo sirve como introducción para plantear el problema de las enfermedades de la mente y del comportamiento, es decir, las enfermedades siquiátricas.

La depresión y las neurosis representan un importante problema de salud pública por el alto ausentismo laboral que conlleva y por el impacto en la salud de las personas.

Desde el punto de vista personal estas enfermedades son “mal miradas” socialmente, ya que se considera que de ahí a la locura hay sólo un paso.

El mundo actual, globalizado, competitivo, elitista, en forma muy cruel no deja espacio para fallar en esta carrera hacia el éxito. El insomnio, la baja de rendimiento laboral, el desgano, la despreocupación por si mismo, y la falta de deseo sexual caracterizan a la depresión. Muchos intentan salir, sin apoyo de especialistas, por el camino más fácil, tal es el de las drogas, lo que aumenta aún más el problema.

La falta de especialistas, psiquiatras, en el sector público de salud, hace que estas enfermedades sean mal diagnosticadas, o no diagnosticadas y, por supuesto, mal tratadas, lo que muchas veces prolonga el periodo de inhabilidad. El médico general pone en el mismo saco de la depresión a múltiples patologías de etiologías diferentes y de tratamiento completamente distinto, aumentando el periodo de tratamiento, con resultados escasos.

Por otro lado dado, que no hay exámenes específicos para diagnosticar y certificar la mayoría de estas patologías, se produce un segundo, y no menos importante problema, tal es el abuso de las licencias médicas, lo que aumenta los costos de salud y genera desconfianza en los seguros cuya tendencia es a cuestionar, o sencillamente rechazar, la mayoría de estas licencias, castigando a los que están realmente enfermos.

Es difícil plantear soluciones a estas situaciones pero debería aumentarse los profesionales de salud mental en los consultorios y en el Sistema Público de Salud, con recursos adecuados. Esto permitiría tratamientos acordes a las patologías y reinserción laboral precoz.

Sancionar tanto al empleado como a la persona que otorga licencias médicas fraudulentas comprobadas es una tarea difícil, ya que el trabajador en la mayoría de los casos conoce bien la sintomatología y la sintomatología y la reproduce frente al médico.

Para los realmente enfermos, contar con diagnóstico y tratamiento oportuno y una rehabilitación que permita la reinserción social y laboral
 

Prof. Dr. Mario Uribe
Editor