Agosto 2022

 

Es difícil abstraerse a la violencia, ya no sólo en Chile, sino en toda nuestra región.

 

Diferentes atentados terroristas, mezclados con el narcotráfico, las guerras de las pandillas y la delincuencia habitual, hacen que los ciudadanos honestos deban vivir en un clima de inseguridad total.

No sólo a nivel de las calles ni en zonas de conflicto, sino también en muchos centros de atención de salud.

En algunos, dotados de un mejor comfort para hacer más llevadera la atención de los pacientes, cuentan con pantallas de televisión, de grandes dimensiones, para entregar un poco de entretención durante la espera. Muchos de ellos son robados a vista y paciencia de todos, filmados por las cámaras de seguridad, pero con la incapacidad de evitar estos actos vandálicos, sin poner en peligro la integridad de funcionarios y personal de seguridad civil, no capacitado para enfrentar a delincuentes armados.

Por otro lado, los equipos de salud son agredidos por pacientes y/o sus familiares. Basta una demora más allá de lo esperado, una respuesta insatisfactoria, la ausencia de algún profesional o la falta de solución a algún problema (muchas veces éstos ni siquiera corresponden al área de salud), y estos personajes agreden físicamente al personal del recinto. No es infrecuente el uso de armas corto-punzantes o de fuego.

Las policías se ven superadas. Es imposible tener un agente en cada uno de los consultorios u hospitales del país.

Una forma de entregar un mínimo de protección es a través de sanciones ejemplificadoras a delincuentes que, además de alterar el orden público, impidan el acceso a la atención de salud de otras personas, ajenas a toda ésta problemática y cuyo único pecado es estar enfermo.

¡Ah!: y ser pobre…...