Febrero 2024

 

Es periodo de vacaciones en el hemisferio sur. He tenido la suerte de venir a Europa, para continuar el viaje a India, Nepal y Bhután. Hace más de 20 años que no visitaba estos primeros dos países. Bhután es nuevo para mí. Se dice que Bhután es el país de la felicidad, que sus habitantes son las personas más felices del mundo. Estoy ansioso por conocerlo. Mientras llega ese momento, deseo recordar mi visita previa a la India.

 

Corría el año 1992, a finales, hasta puede ser inicios del´93. Mi primer contacto con ese país fue bastante impactante. Conocí lo que se llama el “Shock cultural”; pobreza extrema, mendigos, lepra y muertes en las calles. A eso se suma una gran inmundicia y malos olores. Pero, por otro lado, es un país muy místico y lleno de tradiciones pero, también, con un sistema de casta que perpetúan las diferencias sociales, manteniendo a un pueblo subyugado, pero no tan disconforme, pues esperan el bienestar después de la muerte.

Sólo dos ejemplos en relación a la pobreza: en Delhi andaba buscando una dirección y un hombre, muy elegante me señaló que él iba para allá y me llevaba en “mototaxi”. Acepté. Al llegar, el chofer le cobró, algo cómo 10 o 20 centavos de dólar. El hombre lo miró y le dijo “es mucho, confórmate con esto” y le pasó la mitad. El pobre hombre aceptó el dinero y se alejó cabizbajo.

Había leído en una revista de economía que los extranjeros no utilizaban los servicios de “Rickshaw”, es decir triciclos a tracción humana, pues lo consideraban humillante, para el chofer. El autor decía que la gente allí vivía de eso y que, por tanto, el no utilizarlo los sumía más en la pobreza. Aconsejaba, el tomar el triciclo y pagarle el precio de lo que salía un taxi de Nueva York. Me quedó grabado. Tomé un Rickshaw, por una distancia no despreciable y el costo fue de menos de un dólar. Le di un billete que era el de más alta denominación en esa época. Lo recibió, me miró y me comenzó a gritar. A poco andar fui rodeado de como 10 choferes, todos gritaban y gesticulaban. Yo no entendía nada. Finalmente uno, que hablaba inglés, se me acercó y me dijo que estaba alegando porque no le había pagado lo que me pedía (un par de monedas). Le expliqué que era más de 30 o 40 veces lo solicitado. Ël le tradujo al chofer que, cambiando de actitud, se me acercó y me besaba las manos. No conocía ese billete.

Quizás es muy iluso pensar que encontraré una India diferente, pero no pierdo la esperanza de que, en todas partes del mundo, día a día disminuyan las diferencias sociales.