Julio 2011

 

Observar la realidad que vive nuestro país en estos momentos es, a lo menos, interesante. Pero también podría ser preocupante.

 

Ha habido una movilización estudiantil sin precedentes en los últimos años, de gran fuerza y vigor que ha concitado a alumnos de educación secundaria y universitaria sin distinción.

A diferencia de otros movimientos, la solidez de su organización ha puesto en jaque a las autoridades. En los últimos días han aumentado las protestas, manifestadas en marchas y tomas de establecimientos educacionales secundarios o universitarios.

Desafortunadamente los planteamientos de fondo, en ocasiones se han visto enmascarados por actos de violencia que nadie puede compartir. También hay que reconocer, que ante las críticas por dichos actos, han aparecido otras soluciones ingeniosas para llamar la atención, tal es el caso de la “besatón” donde cientos de parejas se juntaron en las plazas de armas de las tres ciudades más importantes del país para besarse durante media hora, como una forma de poner en el tapete sus demandas. Dicha acción tuvo una amplia cobertura por los medios de información.

Ésta no es una página de orientación política, por lo tanto no me pronunciaré sobre la validez de las demandas o la legitimidad de sus acciones.

Lo que me llama la atención es la nueva forma de convocación a estas marchas o protestas. Antes, en mis tiempos, cuando realizábamos alguna movilización, había que quedar de acuerdo el día anterior sobre las actividades que se realizarían el día siguiente. Si había un cambio, por ejemplo tras una reunión en la noche, debía llamarse por teléfono a los compañeros. No todos tenían teléfono, por lo tanto los movimientos corrían el riesgo de debilitarse, sólo por un problema de comunicación.

En la actualidad las redes sociales posibilitan una comunicación constante, un cambio inmediato de rumbo, una respuesta precoz y atingente a las nuevas circunstancias. Todos se encuentran comunicados y conectados.

De esta forma el movimiento estudiantil crece y se agiganta, sumando muchos nuevos actores como obreros y sindicalistas.

En este mismo escenario, la lucha por la implementación de una educación más justa, solidaria y pluralista parce estar lejos de terminar.
 

Dr. Mario Uribe, editor.