Julio 2013

 

Latinoamérica vive momentos difíciles. Hay mucho descontento y las protestas, asociadas a focos de violencia, se hacen presentes en varias zonas del continente.

 

Uno de los motivos de esta efervescencia social son los problemas asociados a la educación. Dado que desconozco la realidad completa de otros países del continente y evitando inmiscuirme en problemas de países hermanos, es que centraré mi análisis en la educación de Chile.

Cuando yo estudié había, al igual que ahora, colegios gratuitos, subvencionados (pagados parcialmente y para algunos alumnos también gratuitos). Las universidades estatales no se pagaban y varias de las escasas universidades privadas tenían matricula diferenciada. Se consideraba que la universidad estatal era “gratuita”, lo que no corresponde a la realidad. En ese entonces había un acuerdo social en que la sociedad, en su conjunto, había decidido pagar los costos de la educación a sus mejores alumnos, a través de los impuestos. ¿corresponde que se gasten recursos fiscales en cancelar la Educación de estudiantes que puedan pagarla?. Eso depende de la forma en que se mire. Si la sociedad ha crecido con impuestos, diferenciados y más elevados para la gente que gana más, si corresponde, primero porque pagan más los que tienen más y no sólo los que saben más: El padre acaudalado de un alumno mediocre paga más que el padre pobre de un alumno de excelencia y lo mismo que el padre rico de un muy buen alumno. Se paga por lo que se gana. Si además se tiene la suerte de tener un hijo de buen rendimiento académico, tanto mejor. Es un excelente uso a esos impuestos y tienen la suerte que su hijo ingrese a la educación superior.

El problema es que para que la situación sea justa debe existir igualdad de oportunidad en el acceso a la educación primaria y secundaria de calidad. No es posible comparar la situación de un niño que debe caminar varios kilómetros por camino de tierra, bajo la lluvia para llegar a la escuela, que aquél a quienes pasa a buscar el furgón escolar a su casa todos los días.

Tampoco la calidad de las instituciones son comparables; colegios calefaccionados versus otros que no lo son, salas espaciosas versus otras estrechas, acceso a multimedia, computación, etc., versus otras que son de recursos limitadísimos. Por último la calidad de los profesores es totalmente diferente.

Se genera entonces una situación de injusticia que culmina en el acceso a la educación superior, donde los sectores más desposeídos tienen escaso acceso. 

Por otro lado la elección de universidades privadas, de alto costo está orientada fundamentalmente a los sectores económicos más altos. Muchas de ellas son de dudosa calidad, tanto en la enseñanza que imparten, como en la calidad de los alumnos que egresan, muchos de ellos ya desechados de las universidades más prestigiosas.

Los alumnos reclaman por educación de calidad. Me parece una petición justa. Los estudiantes reclaman por el fin al lucro en la educación. En este punto debe destacarse que lo importante es que los centros privados no deben lucrar con los dineros aportados por el Estado para educación, sin efectuar las inversiones necesarias para entregar una educación de excelencia. Universidades y centros privados de educación básica o media, siempre ha existido, probablemente van a seguir existiendo, pero sin gastar recursos estatales. Su calidad estará siempre evaluadas por los alumnos y sujetas a las leyes de la libre competencia. Sin embargo aquí se produce una situación especial; la mayoría de los colegios privados, de alto costo, son de gran calidad y defienden su prestigio. La mayoría de las universidades privadas emergentes son de escasa calidad, alguna tan malas que han debido ser cerradas, con juicios pendientes por estafas y engaños a los alumnos. Los alumnos mediocres hijos de familias acaudaladas se refugian en ellas para obtener títulos con escaso control de calidad por parte del Estado. Se podría hablar de Títulos Universitarios comprados por el “papito”. Esta es una situación indignante frente a los alumnos brillantes que deben optar por carreras técnicas, o por iniciar precozmente su vida laboral, por falta de acceso a las aulas superiores dada la precariedad de los recursos familiares. Una situación absolutamente vergonzosa.

Mejorar la educación debe ser una meta para todas las sociedades para disminuir la desigualdad en esta sensible área.

Los métodos para conseguirlo deben ser basados en el diálogo, la tolerancia y la discusión de ideas, evitando las situaciones de violencia que cierran puertas, distorsionan objetivos y abren espacios para la intromisión de otros personajes con objetivos muy diferentes a los que deberían ser los netamente estudiantiles.


Prof. Dr. Mario Uribe
Editor