Julio 2019

 

El trasplante sigue ocupando los encabezados de los noticias en nuestro país. Recientemente falleció un joven de 27 años en la ciudad de Temuco, 850 km al sur de Santiago, producto de un accidente vascular cerebral. La familia, siguiendo su voluntad, donó sus órganos. Sin embargo, en el momento de coordinar el vuelo para llevar a los equipos de extracción, dicha acción no se pudo concretar.

 

La razón oficial es aún desconocida. Se plantea como hipótesis una teórica falta de pagos del Ministerio de Salud a los proveedores del servicio, pero esta versión aún no ha sido confirmada. El efecto final es que pese a haber receptores para corazón, pulmones, hígado y páncreas, no se pudieron extraer; sólo los riñones.

Se supone que esta situación va a ser investigada a fondo, pero para efectos prácticos hubo a lo menos cinco pacientes de la lista de espero que deberán seguir esperando.

El problema suscitado es el reflejo de una situación más grave y profunda, tal es la precariedad del sistema de trasplante de nuestro país. Se precisa una reestructuración profunda que implique mejor profesionalización de los equipos involucrados, mejor y mayor asignación de recursos financieros y humanos, aumentar el sistema de detección de potenciales donantes y sobre todo, como ya lo he dicho previamente en estas páginas; educación. Ésta debe ser a nivel poblacional, iniciándose en la formación de enseñanza básica y continuarse en etapas posteriores y también en las escuelas del área de la salud, donde aún, en la inmensa mayoría de ellas, no se cuenta con programas curriculares que incluyan la formación en trasplantes.

Si estos cambios estructurales, la triste situación ya descrita, corre el riesgo de repetirse.