Mayo 2024

 

Nuestro país se ha visto conmovido, por la segunda condena a un destacado oncólogo de nuestro país, por abusos deshonestos de índole sexual a pacientes con avanzado compromiso de salud por cáncer, que precisaban quimioterapia.

 

Los hechos se remontan a varios años atrás, en que dicho profesional habría abusado sexualmente de mujeres en tratamiento oncológico ya fuere en su consulta u hospitalizadas. Ante estas denuncias, fue expulsado de su centro de trabajo, por lo que migró a otra ciudad, alejada de la capital. Sin embargo, allá habría repetido dichas acciones, lo que motivó un juicio en su contra. En el intertanto, y por cambio de autoridades en la clínica en la que había trabajado en previamente, fue recontratado, y no como cualquier profesional, sino como jefe de oncología.

Desafortunadamente para él, fue condenado por abusos sexuales cometidos en regiones, pero por su “intachable conducta anterior” (figura legal vigente en nuestro país y que, en mi opinión, ha hecho más daño a la sociedad que los beneficios aportados), pudo cumplir esta condena en libertad.

Sin embargo, aún estaba pendiente el otro juicio por conductas similares, en que algunos de los testimonios de las pacientes afectadas, habían sido grabados con antelación, pues era inminente que falleciera. En dicha instancia jurídica, este facultativo fue condenado a 7 años de cárcel de prisión efectiva. Es cierto que todo ciudadano tiene el derecho a apelar a instancias legales superiores, pero ésta es la realidad judicial hasta el momento de escribir estas notas.

Todos estos sucesos son muy lamentables. El abuso sexual es condenable, independiente de quienes lo realicen, especialmente porque las víctimas, la mayoría de las veces, son personas muy vulnerables, desde el punto de vista de salud física y mental, con gran fragilidad emocional.

Esto es mucho más grave cuando es realizado por sujetos que, por definición, cuentan con la confianza de la sociedad como son los religiosos, personal de salud o miembros de instituciones de protección ciudadana. Ellos están para acompañar, cobijar, aconsejar y sanar. Son depositarios de una confianza extrema de gente desvalida. Es por ello que se hace más indignante cuando viene de destacados profesionales de la salud. Es de esperar que este ser, probablemente enfermo, pueda contar con alguna instancia de rehabilitación y tratamiento durante los años que cumpla tras las rejas, si su sentencia se confirma por las cortes superiores.