Noviembre 2013

 

Hay elecciones en Chile. El ejercicio democrático siempre es bueno para los países y se hace doblemente necesario para aquellos que han sufrido recientemente algún tipo de dictadura.

 

En esta ocasión se renueva la Cámara de Diputados, la mitad del Senado y se escoge un nuevo Presidente de la República.

Esta elección tiene características que le son propias; hay 9 candidatos a la Presidencia de la Nación, que representan un amplio espectro político, desde la derecha tradicional hasta grupos progresistas o más liberales. Entre ellos hay opciones ecologistas, humanistas y otros que representan una fuerte crítica al actual sistema neoliberal. Por otro lado es la primera elección en que se participa con el nuevo sistema que “Inscripción automática y voto voluntario”.

La primera característica ofrece la ventaja de la diversidad. En los múltiples foros de discusión se pueden observar propuestas de diferentes índoles de los múltiples problemas que enfrenta el país. La segunda puede, potencialmente, hacer participar en esta elección a varios millones de personas que nunca han ejercido su derecho ciudadano, especialmente los jóvenes, que poseen un gran potencial de cambio, si es que contaran con la organización necesaria. Probablemente no sea así, ya que la indiferencia que caracteriza a éste grupo etáreo es difícil de vencer, si es que no hay adecuadas campañas que faciliten el compromiso ciudadano.

Analizado este contexto, todos los candidatos han coincidido que uno de los principales problemas que deben enfrentar es el de la salud. En Chile existe un sistema de salud privado, que es extremadamente caro para acceder a las mejores clínicas y a los tratamientos más costosos. Generalmente debe ser asociado a seguros complementarios. La información que entregan las llamadas Isapres con frecuencia es insuficiente, asimétrica y oculta en numerosas páginas de pequeñísimas letras de interminables contratos, que el asegurado obviamente, desiste de leer y firma irresponsablemente. No es infrecuente que prestaciones caras no estén adecuadamente cubiertas y que terminen con grupos familiares endeudados por meses y años.


El Sistema Público es un desfinanciado crónico. Debe funcionar con leyes obsoletas de inamovilidad laboral, engorrosos sistemas de compra, vetustos hospitales e infraestructura y tecnología en muchos casos obsoletas. Los profesionales y el personal con frecuencia reciben bajos sueldos, que deben ser complementados con otras actividades, lo que disminuye la presencia y el compromiso laboral.

Los recursos asignados a la salud son pocos y este sistema tiene excelentes resultados en relación a la inversión realizada, pero deben efectuarse cambios sustanciales para mejorarlo.

En resumen Chile cuenta con un sistema de salud que precisa cambios importantes, tanto en el ámbito público como privado y que necesitan no sólo un Presidente que tenga la intención de hacerlo, sino un Compromiso-País del sistema legislativo que apoye los cambios necesarios en un sistema que permanezca en el tiempo y que no sea cambiado cada cuatro años, siguiendo las políticas del gobierno de turno.

Prof. Dr. Mario Uribe
Editor